Leí que el libro de Joseph Andras era literatura contra el olvido y me atrajo la idea de reivindicar el recuerdo frente a la desmemoria actual. Y descubrí una novela que no sólo aviva la memoria sino que explica una parte de la historia del siglo XX y además nos explica a nosotros mismos, nos conmueve y nos deja huella. Difícil olvidar la íntegra figura del protagonista, Fernand Iveton, su trayectoria vital y su hermosa historia de amor con Hélène.
Es la historia real del único pied noir (nombre que reciben los franceses blancos nacidos en Argelia) ejecutado por el gobierno francés durante la guerra de liberación.
Argel, 1956. Lucha en las calles, fábricas y mercados para conseguir la emancipación de un todo un país y de una sociedad discriminada por la potencia colonial. Un joven obrero comunista de treinta años decide mostrar su apoyo a la causa independentista de FNL colocando una bomba en la empresa donde trabaja para dar un toque de atención, esta decisión está guiada en todo momento por la precaución de que el lugar en el que explote no pueda causar víctimas, ni siquiera heridos. Conoce las instalaciones y planifica con cuidado, no quiere contribuir a la violencia que poco a poco va invadiendo la sociedad argelina. Sin embargo, la bomba es detectada y Fernand Iveton detenido, interrogado, torturado sin piedad y condenado a muerte.
A pesar de las peticiones de clemencia, se alzaron voces como Albert Camus o Jean Paul Sartre, y a pesar de lo desproporcionado de la sentencia frente a una acción que no había causado ni siquiera desperfectos, el gobierno francés no concedió el indulto. El ministro de Justicia era François Mitterrant y tuvo sobre su conciencia, durante el resto de sus días, la iniquidad del crimen. Parece ser que cuando le nombraban a Fernand Iveton reaccionaba de forma alterada, consciente del error y la injusticia.
Paralelamente a la dureza de este argumento real, se desarrolla la historia sentimental de Fernand y Hélène y aún enternece más el desenlace por la felicidad que trunca y la dignidad que mantuvieron ambos.
Ya sé que un episodio de tal magnitud puede disuadir la lectura y, sin embargo, os animo a ella. No hay ni un atisbo sobrante de crueldad y sí una prosa impecable, natural y fresca que apunta directa al corazón.